sábado, 26 de febrero de 2011

La pandemia ferroviaria se extiende amenazadoramente por todo el archipiélago canario

Fuga hacia delante en el terreno de la construcción de megainfraestructuras que garanticen la continuidad del negocio de las empresas adjudicatarias
El pasado verano - y a pesar de los duros recortes presupuestarios en materia social efectuados por el Ejecutivo Zapatero- el ministro de Fomento José Blanco ratificaba el compromiso adquirido con las instituciones canaria para impulsar los proyectos ferroviarios de Tenerife y Gran Canaria. En el mes de agosto, Blanco firmaba sendos convenios con el presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior y el vicepresidente del de Gran Canaria y líder de NC, Román Rodríguez, garantizando la parte de la financiación para estos proyectos que aportará el Gobierno central.
El consenso entre los partidos institucionales en la determinación de imponer estos megaproyectos es absoluto. Tanto el Ejecutivo central como los cabildos de las dos principales islas del Archipiélago coinciden en presentar los corredores ferroviarios planificados como una manera de “potenciar un sistema de movilidad pública de calidad y sostenible”.
Los trenes de Tenerife y Gran Canaria son “vendidos” por los responsables políticos que impulsan su construcción, como la mejor aportación posible en el presente momento “al desarrollo económico sostenible” del Archipiélago. Tal pretensión, no obstante, choca de lleno con los datos y cifras aportados por algunos grupos ecologistas y académicos canarios, que muestran el carácter despilfarrador, depredador e innecesario de tales proyectos.
En la isla de Gran Canaria está prevista la construcción de dos líneas ferroviarias. Una de ellas, la que uniría la capital con el municipio de San Bartolomé de Tirajana, además de colonizar nuevos territorios inservibles desde ese momento para cualquier otra actividad, tendría un costo de ejecución de 1.608 millones de euros, más de 267.000 millones de pesetas. Por si esto fuera poco, y según una simulación de explotación hecha pública por el ingeniero y profesor de la ULPGC Roque Calero, el tren acumularía después unas pérdidas de 500 millones de euros hasta el año 2050.
No es esta, sin embargo, la única disparatada inversión que está previsto realizar en Gran Canaria para el transporte guiado. El pasado lunes, 21 de febrero, el consejo de Gobierno del Cabildo (PSOE-NC) aprobaba el “informe de sostenibilidad” para la construcción del Tren del Norte, que conectará – si llega a ejecutarse - la capital insular con Arucas. Este tren tiene un presupuesto estimado de 432,61 millones de euros. Es decir, que en lo más crudo de la actual crisis económica se destinan casi 72 mil millones de pesetas a este proyecto, para cubrir los escasos 18 kilómetros que separan Las Palmas de G.C. de la ciudad norteña. El tren del Norte cuenta con una fase posterior en la que su recorrido se extendería desde Arucas a otras dos poblaciones del Noroeste, Gáldar y Agaete.
Solamente la ejecución de ambos trenes – sin evaluar las pérdidas posteriores durante el periodo de explotación – supondría, por tanto, un desembolso de 339.000 millones de pesetas. La magnitud del desembolso, con todo, no es el único dato que pone de manifiesto lo ruinoso de estos proyectos. Quienes – desafiando a la sordina impuesta por la mayoría de los medios isleños – se oponen a la construcción de los trenes de Gran Canaria y Tenerife, señalan con justeza que el problema de la movilidad en unas islas de tamaño tan reducido como las canarias puede solventarse, si existe la voluntad política para hacerlo, mediante una adecuada red de guaguas combinada con restricciones al uso del automóvil privado. “La cosa se cae por su propio peso” - nos dice un viejo activista del movimiento ecologista- los trenes solamente tienen sentido y son una alternativa eficiente en regiones extensas. En Canarias parece una broma de mal gusto que pretendan tapizar el poco territorio que aún no han depredado con estas líneas ferroviarias”.
NUEVOS MEGAPELOTAZOS A LA VISTA
Lejos de tener que ver con algún interés repentino por el “desarrollo sostenible” o las nuevas tecnologías, la apuesta de los partidos institucionales por los trenes proyectados indica su incapacidad para superar el modelo “desarrollista” que ellos mismos han impuesto y condujo a las islas al actual colapso económico.
Se trata, en suma, de continuar una fuga hacia delante en el terreno de la construcción de megainfraestructuras que, con independencia de su utilidad o inutilidad futura, garanticen la continuidad del negocio de las empresas adjudicatarias. La verdadera motivación de los proyectos ferroviarios que, aun a costa de hipotecar el futuro de los canarios, quieren imponer PSOE, Nueva Canarias, CC y Partido Popular, era reconocida por el dirigente de NC Pedro Quevedo en una entrevista radiofónica (1). Después de recurrir a los lugares comunes de la propaganda sobre el supuesto interés de su partido por la protección medioambiental, Quevedo expuso, meridianamente, cuál es la “racionalidad” de la propuesta:“Para el transporte guiado – reconoció el portavoz de Román Rodríguez- hay un montón de dinero que o es pá` eso o no es pá otra cosa. O nosotros metemos la cabeza en eso o nos pasan por delante de las narices”. O dicho en roman paladino para que nos entendamos: “si pá no perder las perras necesitamos proyectar un macroproyecto ferroviario en la Isla de Lobos pues… ¡a por ello, que las pintan calvas!
Una terrorífica declaración de intenciones.

Nota: (1) Puede escuchar las declaraciones de Pedro Quevedo y su particular defensa del proyecto ferroviario que impulsa su partido pinchando aquí. Quevedo realizó estas declaraciones a la emisora lagunera Radio San Borondón donde – ¿paradójicamente? – se combina la denuncia del tren de Tenerife con la emisión de la propaganda institucional pagada por NC sobre el tren de Gran Canaria.
www.canarias-semanal.com</i>

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